
Su olor es fetido y, aunque el hombre lo sabe preligroso, no se detiene ante el.
Cercena, destruye, hiere, carcome con naturalidad dañando a los otros sin remordimienos y sí; con singular placer.
Sin saber abrio la puerta.
Luego, ocurre. Tras cometer los actos del lado impensable, la escencia de su humanidad se evapora y esa mente retorcida ve aquella entrada a un viaje sin retorno. Quedará atrapado para siempre y su existencia maldita no tendrá descanso, pues la venganza del otro, de los otros; le alcanza como el fuego de una explosión. La maldición de aquellos esta dada.
Ahi llegan los difuntos. Uno a uno. Dicen los mas viejos. Los mas primeros.
Ahí llegamos todos con nuestras imperfecciones humanas y con nuestras carencias, miedos y torpezas.
Antes o después moriran. Si; tod@s moriran para desde el inframundo contemplar la perfección del fin de los tiempos desde este cementerio camposanto.