Lágrimas negras |
No recuerdo ahora tu nombre, no quiero recordarlo. Tarde es ahora y la noche esta en su cenit, no desperdiciare palabras nombrándote nuevamente. Se que se acerca, silenciosa, impávida, despreciable, desolada, maldecida, fetída, ultrajada, putrefacta y ruín. Si, lo se.
Cae la lluvia y el viento frio cubre mis sacudidas carnes, mis pies helados y mi cuerpo tembloroso; solo observo los relampagos en el horizonte, con su ensordesedora y mortal obertura. Llegas con la decepeción del amor falso, carnal, animal, hipócrita.
¿Sufrir? ¿Por qué? Es destino manifiesto que he de acompañarte. En el manecer de la adversidad, en la eterna negación, en la insana locura que parece verdad; así has de encontrarme en este lecho de piedra fria y caliza; el tiempo roerá mi humanidad, mis nervios acalambrados, mis huesos carcomidos. ¡Vámos! tomame ya de una vez, sumérgeme en el fango negro y pestilente, es tu regazo, es tu lecho. Me deseas como monje a dondecella jóven, poseeme y terminemos de una vez este vals tortuoso, arrástrame a esa oscuridad que tantos desean y yo aborrezco.
La eternidad será el testigo silencioso de tu obra, un recuerdo solamente en este cementerio camposanto.